Hoy les voy a mostrar una de las últimas restauraciones realizadas por mis alumnas en el taller y, aprovechando que es un mueble característico de nuestras islas, les voy a contar un poco de su historia.
Las CAJAS DE TEA son una de las más típicas y tradicionales de nuestras islas, especialmente en la isla de La Palma. Es el tipo de «caja» más primitivo de los que se pueden encontrar y su origen está en las arcas peninsulares traídas durante la conquista (s.XVI). Es curioso constatar que su uso pervivió desde la Edad Media hasta bien entrado el s.XX, sin evolucionar en su diseño básico. Los muebles populares son poco sensibles a los cambios.
Tienen forma de prisma rectangular acostado, con la tapa plana que sobresale por los lados. La tapa se articula mediante goznes. En esta ocasión tuvimos suerte que se habían conservado ya que muchas veces, por el peso de las tapas o por malas restauraciones, se deterioran llegándose a sustituir por bisagras.
La madera de tea es difícil de trabajar, por lo que el mayetado de las cajas es sencillo, con simples «colas de milano». La madera de tea se obtiene del pino canario (Pinus canariensis), concretamente del corazón del pino, donde la madera es más resinosa. Es una madera muy pesada, dura, prácticamente incorruptible, de textura homogénea y grano fino. Es de color acaramelado rojizo, traslúcida y de una gran belleza. Por su dificultad a la hora de trabajar con ella, se ha utilizado tradicionalmente en carpintería de armar, carpintería de interior y exterior de las casas tradicionales y menos en ebanistería. (La madera de tea será tema para otro tutorial…uff, se ma acumula el trabajo!!!).
Volviendo a la caja de Pilar… no se crean que llegó así de bonita al taller!!! No estaba mal conservada, de hecho la tiene en uso, pero le hacía falta un «arreglito». Estaba cubierta con un barniz sintético que no dejaba ver la belleza de la madera de tea.
Así que nos pusimos manos a la obra… Lo primero fue decapar el barniz y dejar la madera limpia de manchas y suciedad. Encolamos, empastamos y lijamos (no mucho, lo justito…), le aplicamos un tinte al agua ligero para igualar y unas cuantas manos de goma laca para fijar el tinte y cerrar el poro. Finalmente acabamos con cera… después de frotar y frotar (no demasiado, la tea es muy agradecida), conseguimos el resultado que vieron al inicio de este artículo.
Ya está en casita y otra vez en uso, que la estaban echando de menos. Gracias a Pilar y Domingo por esta oportunidad que me han dado de contar un poquito de nuestra historia, y a su preciosa colección familiar de cajas de tea de La Palma.
Me voy «pitando» que ya deben estar mis alumnas esperandome en la puerta de clase… Ciao Ciao.
Preciosa! Los muebles populares tienen un encanto especial.Un saludo.